Si el lector quiere encontrar una vida política y cultural donde no exista crispación, puede pasearse por Cuba, Corea del Norte, Irán o Arabia Saudí. Allí no encontrara crispación; el problema es que no encontrara ni crispación, ni democracia, ni libertad. Por el contrario, cualquiera puede darse una vuelta por Estados Unidos para darse cuenta de cómo se las gastan allí políticos y medios de comunicación, televisiones y cadenas de radio. Y lo mismo puede decirse de otros países democráticos de nuestro entorno, donde las luchas ideológicas son sin cuartel.
Sólo existe crispación allí donde existe pluralismo, es decir, verdadera democracia. La democracia –contrariamente a lo que nos repiten los políticos– no consiste en llamarnos a votar cada cuatro años; éste es sólo uno de sus atributos. Más importante aún es el pluralismo; la existencia de múltiples grupos y puntos de vista que se enfrentan en la arena pública en peleas políticas, culturales o sociales. Si defendemos el derecho de expresar puntos de vista diferentes y contrarios, ¿cómo no vamos a entender que la crispación es la consecuencia inevitable de ello?Nosotros nos sentimos ciertamente crispados cada vez que escuchamos cómo desde la Cadena SER se tratan determinados temas: El antiamericanismo rayano en el racismo, el antijudaísmo que acusa de genocidio a un Estado democrático rodeado de dictaduras o la cristofobia y el odio contra todo lo que huela a cristianismo o catolicismo nos irritan sobremanera. A nosotros y a la derecha liberal y conservadora española. ¿Convierte esto a la Cadena SER en "la radio del odio"? No lo creemos; más aún, consideramos miserable comparar al grupo PRISA con la "Radio de las mil colinas". Si nos irrita el sectarismo de sus editoriales y columnistas, o su desconocimiento básico de la realidad norteamericana, nos toca fastidiarnos y cambiar de dial o acudir al juzgado si consideramos que incumple la ley.
1 comentario:
sabes que no me creo que este tío cambie
Publicar un comentario